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La memoria que guardan las imágenes y su transmisión: influencia de Charles Darwin y Richard Semon en las ideas de Aby Warburg

La influencia de Charles Darwin en Aby Warburg es indiscutible, es conocido que Warburg lee de Darwin una obra titulada “La expresión de las emociones” y que de allí se formularía la teoría respecto a las Pathosformeln. La nachleben de Warburg, es decir, la supervivencia (por ejemplo, de las imágenes) puede compararse a los modelos de tiempo que hacen síntoma de la evolución, pues ambas se pueden expresar como huellas que están latentes y que retornan. Tanto en la nachleben como en los síntomas de la evolución, reaparecen ciertos caracteres o arquetipos que durante mucho tiempo habrían podido estar desaparecidos; no es que se presenten de nuevo por alguna voluntad, sino que se desarrolla bajo condiciones favorables de existencia. Para Warburg la cuestión no era únicamente un paralelismo, también se trataba de explicar biológicamente el retorno de ciertas fórmulas del Pathos, pues es tomada como una manifestación primitiva que se revela en la actualidad misma. Pero estas gestualidades del Pathos no deben ser vistos como simples reflejos ni como convencionalidades retóricas, es decir, debemos comprender por qué se crean estos reflejos a nivel biológico sin mediación pragmática o desprendiendo cualquier posible función estética. Por ello, de los gestos que superviven, se despliegan dos dimensiones: una biológica en la que entra en juego fuerzas no-históricas, es decir, la pulsión, el instinto propio de la naturaleza; y una psicológica en el que la historia, los símbolos y la arbitrariedad que supone cada cosa “cultural” entran en escena. Por ello el gesto puede sustraernos de una dimensión y llevarnos a otra, conectar con aquello “sagrado”, lo monstruoso. 

Sin embargo, surge la pregunta ¿cómo se explica esa doble dimensión en el gesto? Pues en primer lugar se debe entender que los gestos no se seleccionaron naturalmente (no cabe pensar que algunos gestos hayan predominado más que otros hasta moldearse los fenómenos expresivos que conocemos), y tampoco se trata de un progreso que moldea los gestos, no es una evolución que va desde gestos primitivos hasta como los conocemos hoy en día. Más allá de eso, para responder a la pregunta de cómo ciertas gestualidades se siguen presentando, lo que hizo Warburg fue pensar en la regresión de las imágenes como causa de ello, pues nuestros gestos y la forma como reaccionamos ante ellos, hoy en día, responden a una herencia evolutiva, a un síntoma más que todo. 

Por ello Warburg rescata los principios generales de la expresión formulados por Darwin, en el cual existe una impronta que es independiente a nuestra voluntad, es la reacción que se provoca desde el sistema nervioso sobre ciertos gestos corporales y que radica en la memoria; está el desplazamiento que es el momento en el que se convierte en reflejo y su utilidad biológica se ve relegada; y finalmente la antítesis, que se entiende como aquella expresión que es paradójicamente intensificada. Es así como se concluye que cualquier acto viene acompañado de un estado determinado del espíritu (una emoción) y ello es inmediatamente expresado. Se convierte en una necesidad inherente y refleja una primitividad que ha llegado a sobrevivir, aunque su función biológica primaria ya no se encuentra presente.

Estos principios son constitutivos de la Pathosformeln, aquellos gestos intensificados y primitivos que portan las imágenes y que vehiculan tensiones que finalmente afectan nuestra experiencia estética. Sin embargo, para comprender la razón de que se desplace el gesto y pueda retornar, es decir, para entender los procesos culturales de las sedimentaciones simbólicas propias de las imágenes que sobreviven, Warburg debió complementar estas ideas con las de Richard Semon, quien formula que todo acto que sufre una transformación energética (como el caso de un trauma), deja una impronta en la memoria. Es decir, ante una situación de terror extremo como puede ser el observar la muerte, deja una impronta en la mente del individuo, pues no comprende ese estado de inexistencia del cual no se cuestionaba, pero que ahora se presentaba como un gran misterio que genera y deja una sensación que actúa como un estímulo que a su vez provoca ciertos gestos corporales, hasta finalmente reposar dentro de la memoria colectiva. A lo que se refiere Semon, es que ante una situación de tal magnitud se produce una sensación tan profunda y traumática que finalmente queda impresa en la memoria inconsciente, se almacena en forma de engrama en la mneme. Por ello, ante nuevamente tal situación o ante su re-presentación, el ser humano reacciona gracias a que la mneme del gesto permite identificarlo y asociarlo con una amenaza, como si en alguna medida retornara a dicho momento primario; es por eso que se habla de la reaparición de arquetipos que se heredarían culturalmente gracias a esa memoria colectiva e inconsciente. 

Los gestos primitivos que acompañan nuestra reacción ante aquello desconocido y peligroso (el Pathos primitivo), son guardados y transmitidos por la mneme que formula Semon, aquí se figuran a través del tiempo hasta que son reconocidos como engramas o símbolos que moldearían los diferentes arquetipos que habitan tanto en la cultura como en los individuos. Esta figuración se desplaza, es lo que después se expresa como representación, que por acción de la misma mneme es descifrado inconscientemente por los receptores y ello influye en la comunicación estética desplegada entre individuos e imágenes (produce un efecto engráfico), pues en estas últimas, especialmente en las pathosformeln, en que el ser humano experimenta el retorno a lo primitivo como síntoma evolutivo.

Bibliografía:

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