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Universales y relativismos en la apreciación estética, en referencia a “Cómo se salvó Wang-Fo” de Marguerite Yourcenar y “Meditación sobre el marco” de José Ortega y Gasset.

La apreciación estética es un fenómeno natural en los seres humanos que no distingue entre objetos, abstracciones y la naturaleza misma. En el cuento de Yourcenar se presenta a un personaje que es capaz de apreciar con mucho esmero y sensibilidad objetos del entorno inmediato, logra abstraerse, entabla una comunicación estética que en últimas provoca emoción. Este breve relato narra la capacidad humana de construir una relación metafísica con las cosas físicas, así como con las cosas irreales que el ser humano puede crear, las cuáles en últimas atrapa el pensamiento y lo separa de su medio habitual, provocando todo tipo de incertidumbres y sentires que son parte de lo que conforma la sensación provocada. 


Wang-Fo se presenta como aquel individuo cuya sensibilidad estética se encuentra sumamente cultivada, por ello logra discernir o relacionarse de una forma más profunda con cada elemento retórico presente en lo artístico y en lo cotidiano. Su formación es tal que es capaz de encontrar la irrealidad en la realidad y por eso se sumerge en cada objeto observable; en la irrealidad de las cosas radica su verdadera belleza. En cambio su discípulo, Ling, se presenta como aquel individuo cuya formación estética no está cultivada, pero en su momento llega a enfrentarse con la esencia, emotiva y abstracta, de las cosas que antes conformaban su realidad y pasaban desapercibidas ante su poco conocimiento de lo que se puede sustraer de ellas. Ling reemplaza su vida material por una más metafísica, en el más allá no le esperan sus objetos eternos y terrenales; en su lugar, el más allá puede representar, o contener, todo aquello esencial que logra percibir de los objetos que aprecia. Ya como caso contrario se presenta al Emperador, el cual sufrió una hiperestesia de objetos cargados de gran contenido retórico e irreal que lo separaron totalmente de lo que sí es tangible y común; este personaje sufre una suerte de saturación estética, sus expectativas se nutrieron con ella y por eso al enfrentarse a lo real se rompe, pues trastoca todo su pensamiento, la manera en que percibe el color, la luz, el movimiento, las sombras, etc., elementos retóricos que entablan una comunicación estética que no logra ser completa ni correcta gracias al choque de códigos semánticos, lingüísticos y paralingüísticos. 


Al final del cuento, el Emperador sufre un estado de distanciamiento hacia las cosas de la realidad, por lo que se le es imposible entablar comunicaciones estéticas que carguen el agrado necesario para ser soportadas, por ello manda a matar a Wang-Fo, pero primero le ordenó terminar una pintura. Wang-Fo se salva gracias a que en su comunicación estética es capaz de traspasar desde la realidad hacia ese mundo irreal y por eso, desde allí, logra retornar aquellos elementos metafísicos del más allá, tal como la presencia -que más que visual se torna es en una suerte de realidad inmersiva y tangible- de Ling, y logra despertar también ese sentimiento, que se hallaba saturado y ya casi inmóvil de lo atestado que se encontraba, de apreciación abstracta e inmersiva en el Emperador. El cuarto se llena de agua y Wang-Fo logra sumergirse en ella sin que se indique la reacción del Emperador, pero que, entre las múltiples interpretaciones posibles, es legítimo decir que se encontraba observando y viendo cómo una pintura que antes odiaba, porque representaba la absurda irrealidad, logra desbordarse y saltar de su mundo artístico al tangible e inmediato. En eso radica la apreciación y la salvación de Wang-Fo es poder enseñarle ello al Emperador que nunca había podido comprenderlo. 

Ahora bien, con respecto al marco de Ortega y Gasset, este filósofo nos presenta un escrito en el que intenta revelar la naturaleza del marco con respecto a los objetos artísticos que contiene. No es un adorno, ni tampoco un traje que llevan las pinturas, sino más bien un lugar en el que se realiza un énfasis en la separación entre aquello real y general, y aquello irreal y particular. Este énfasis es una preparación para la correcta comunicación estética con la pintura; para Gasset representa un lugar neutral que ayuda a verter la mirada y la apreciación en lo contenido. Este autor presenta a este objeto como un elemento retórico que ayuda a atraer la atención sobre la pintura, pero que más allá de eso, juega un papel fundamental en la manera en que el espectador recepta la obra, sirve en últimas para alimentar la intensión de la experiencia que subyace en la apreciación artística.

Sin embargo, un cuento como el de Yourcenar presenta que la comunicación estética puede ser sumamente intensa y significativa aún sin la presencia de un marco, incluso, con el marco es posible que la comunicación estética entre Wang-Fo y sus obras no fuera lo suficientemente correcta como para lograr que cobren vida -metafísica- y mucho menos la correcta para transmitir toda la emoción que comporta. El marco se limita, desde la revisión de Gasset, a contener y enfatizar los objetos artísticos, mientras que Yourcenar libera al arte del marco y por eso la distinción entre lo poético y lo prosaico, en estas culturas orientales, se vuelve endeble; es por eso que Wang-Fo logra detenerse en cada aspecto y detalle de la existencia y sacar de allí el contenido estético que tanto lo emociona y lo llena de vida, tal como si fueran pinturas lo que conforman su entorno; Wang-Fo logra encontrar la belleza en la vida. En su lugar, el emperador no conoce la vida, solo conoce la belleza de los objetos artísticos que le rodeaban. Su conocimiento se limita a irrealidades que nunca verá en la naturaleza y su salto a la realidad representa una falta de simbolismo o de códigos que lo apartan de lo existente y provoca en él la sensación de extrañamiento. Wang-Fo pretende, tal vez no intencionalmente, demostrarle al emperador que, a pesar de su incapacidad por encontrar la irrealidad con la que creció en la cruda realidad que le deviene, es posible tornar su deformada irrealidad en algo real y vivencial, tal como el agua de una pintura desbordándose hasta lograr “mojar” al espectador. El emperador nuevamente siente, Wang-Fo logra salvarse.

Ortega y Gasset nos presenta un marco desde una mirada eurocéntrica, explica su función y sus alcances, así como su papel en la experiencia estética. Sin embargo, la experiencia estética depende más que todo de los códigos culturales que la construyen a lo largo del tiempo, así como de los procesos inconscientes que subyacen en ella. Por eso Gasset escribe que fracasa en su intento, pues en muchas culturas el marco es ausente o puede tener otras significación; indicar que es indispensable el marco para una correcta comunicación estética del arte es una imprudencia, pero sí se puede rescatar el hecho de que el arte occidental ha cimentado sus propios códigos y que entre ellos se puede encontrar la breve exposición de Gasset sobre su papel como trampolín y como lugar neutral entre lo real y lo irreal. Su propósito es eficaz especialmente en aquellas obras u objetos que demandan, dentro de su retórica, estar en compañía de él. Pero el arte no se limita a ello y por eso la relación y significación del marco recae, en últimas, en los códigos culturales, en el habitus social, en la educación, en la conciencia práctica, e incluso, en la mneme de los individuos.



Bibliografía:


  • Ortega y Gasset, José. "Meditación del marco." (1967).

  • Yourcenar, Marguerite, Georges Lemoine, y Emma Calatayud. Cómo se salvó Wang-fo. Gadir, 2006. 

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