Existen espacios en las construcciones a las que se les confieren connotaciones o significados según determinadas convenciones o dinámicas sociales que tienen lugar en éstas. Las dinámicas familiares reflejan una manera de concebir ciertos valores y rasgos que muchas veces son estructurados por la sociedad a la que pertenecen. El comportamiento de los individuos y su percepción sobre sí y los demás hace que se marquen diferencias de carácter estético y retórico en las cuales se sienten identificados y familiarizados, por eso el concepto de lenguaje proxémico es tan relevante, porque habla de la disposición de los cuerpos en los espacios, la manera en que se desenvuelven e interactúan, la proximidad del individuo con las cosas circundantes; en algunos casos sentirá una proxémica más corta que en otros, por lo cual sentirá más familiaridad o extrañeza en la medida que tiene lugar el despliegue de la comunicación estética en determinado espacio. De esta forma, una forma estética, se empiezan a establecer rasgos con cargas semióticas y emocionales que nutren más la comunicación proxémica entre receptor y enunciantes.
Teniendo presente esto, ahora se debe tener en cuenta que el comportamiento biológico, psicológico y socialmente influido de cada individuo marca diferencias identitarias entre los géneros tradicionalmente identificados; las mujeres desarrollan dinámicas, actitudes y percepciones que varían sustancialmente de la de los varones, sumado a lo que socialmente se suele establecer como moralmente ideal tanto para los cuerpos como para las mentes. De esta forma es posible ver que cada género ha reposado estas cargas semióticas en rasgos retóricos y en objetos de uso práctico y cotidiano según lo que hacen en determinado espacio. Las mujeres nutren el entorno en el que se identifican o en el que se desarrollan con mayor frecuencia, cosa que los hombres, en cierta medida, también hacen. Siendo así se puede hablar de espacios con connotaciones según el género.
Concretizando un poco el asunto, según las concepciones que socialmente se confieren en torno a lo masculino y lo femenino, se establecen dinámicas sociales, como el trabajo del hombre y la mujer ama de casa, que tienen incidencia en la manera que los cuerpos se relacionan con lo circundante, de forma que se establecen comunicaciones profundas en los objetos y en el “aire” (que vendría a ser más bien el prendamiento estético del individuo) que siente la mujer o el hombre y que le otorga familiaridad o extrañeza dependiendo de la connotación que tenga para ellos. Por eso el autor comenta que la mujer limpia y organiza la casa, pues en el hogar reposan cargas semióticas y emocionales que reflejan identidad y distinción, en el cual, al ser un reflejo, muestra lo que esa mujer concibe por moralmente bueno, convierte a la casa en un signo de buena moral personal. Esto tiene mayor peso cuando el autor menciona lo que conceptualmente se puede relacionar con el desorden, como el sexo, la desnudez y otras cosas que a su vez se relacionan conceptualmente con la falta de honra, la falta de cuidado del yo, la falta de moral. La casa idealizada y materializada por la mujer marca distinción y límite estético y connotativo con lo externo, se distingue y representa un lugar que, respecto a lo de afuera perimetral, contiene valores, creencias, principios, familiaridad, calor sensorial, un mayor silencio, un lugar en el cual la persona se desvincula y desata de lo terrenal para hacer parte de una esfera más significativa como lo es la familia. Por eso se procura evitar el ámbito social que se relaciona con la suciedad, el desorden e incluso la maldad, con otros valores, con otros principios.
La mujer o el hombre actúan y sienten de una manera diferente según el espacio en el que hagan presencia, sus acciones refuerzan la comunicación estética y los significados reposados en la configuración arquitectónica. Las connotaciones fluctúan, no son tanto de ser estáticas, pueden adquirir unas cargas y luego adquirir otras muy diferentes dependiendo de la persona que se encuentre en ese lugar. Las horas y las dinámicas marcan las diferentes connotaciones que adquieren algunos lugares, es posible que un hombre se sienta dueño de la cocina al prepararse y tomarse un café y que la connote de manera muy diferente a cuando ya es la mujer la que toma dominio de ella. Sin embargo, en el texto las connotaciones son claras, en el cual la mujer pertenece a la casa y el hombre al ámbito de la calle. No se trata de que el hombre sea callejero, sino más bien que trae consigo relaciones conceptuales, cargas semióticas y estéticas, así como dinámicas sociales que lo sitúan en el lugar de la calle y en lo que ésta representa. La casa se convierte en signo de refugio para la mujer, más que refugio es un lugar en el que se establece y mueve con libertad, un lugar en el que construye su realidad y acoplamiento.
En conclusión, que hayan espacios con connotaciones masculinas y femeninas se traduce a que existen lugares diferenciados en la casa y en la población en los que los cuerpos y mentes se desarrollan con mejor entendimiento, con mejor sensación, con más libertad y con mayor familiaridad según lo que socialmente se ha convenido sobre esos sitios y lo que biológica y psicológicamente hablando se ha estructurado en torno a ellos. De esta forma, las convenciones morales marcan las pautas con las que se referencian diferentes afectos como la vergüenza o la fealdad, así como lo extraño y lo amoral según el género de los individuos, afectos que los movilizan, como la domesticación del terror primitivo por medio de la plástica, a marcar diferencia y a concretar lo que -retóricamente hablando en cuanto a los esquemas arquitectónicos como signos persuasivos- reflejan sus principios y valores, sus creencias y percepciones.
Casarabonela, municipio de la provincia de Málaga.
Bibliografía:
- Mandoki, Katya. "Análisis paralelo en la poética y la prosaica: Un modelo de estética aplicada." AISTHESIS: Revista Chilena de Investigaciones Estéticas 34 (2001): 15-32.
- Pérez, Francisco Sánchez. "La liturgia del espacio." Madrid: NEREA, SA (1990).
Comentarios
Publicar un comentario